Hacia el año 1200 a.C. toda el Asia Menor y la península griega fueron arrasadas por la invasión de los llamados Pueblos del Mar.
Hay poca información histórica sobre ellos; se han formulado muchas teorías que justifican una emigración tan masiva. Posiblemente una sucesión de desgracias naturales, hambrunas y el empuje de pueblos violentos originaron una desbandada general de un gran número de personas. Lo cierto es que todas las civilizaciones de aquella zona desaparecieron y las ciudades de Asia Menor quemadas. Solamente el faraón egipcio Ramsés III consiguió detenerlos, después de movilizar todos los recursos disponibles y perder sus posesiones asiáticas.
Es probable que algunos de los que consiguieron escapar de aquellas desgracias encontraran refugio en Menorca.
De hecho, encontramos muchas similitudes entre los restos de los edificios neolíticos turcos, y los monumentos megalíticos menorquines.


Pediremos a los expertos arqueólogos y a los historiadores que preparen información sobre estos sucesos y sobre el origen de los habitantes prehistóricos de Menorca.
Conocemos muy poco de ellos, pero conservamos numerosos vestigios de sus edificios megalíticos.
Sabemos que exterminaron las cabras menorquinas, lo que sin duda facilitó la regeneración vegetal, y que eran sumamente agresivos con los invasores exteriores. Los historiadores romanos nos hablan de que los niños menorquines ya eran expertos tirando piedras con la honda, pues sus madres, a fin de obligarles a extremar su puntería para hacer caer el alimento, se lo ponían en lo alto de un árbol.
Los honderos menorquines eran guerreros temibles que mantuvieron a raya a los romanos durante mucho tiempo, ya que la potencia de sus hondas les permitía hacer vías de agua en el casco de los buques y hundir las galeras de los invasores.
Por tal destreza, los generales romanos los contrataron para sus ejércitos y los honderos baleáricos fueron a partir de entonces eficaz apoyo para sus conquistas.